Priscila Rosales es la prueba de que hacer arte —teatro y stand-up comedy— te da una voz y, muchas veces, un respiro para afrontar los momentos difíciles de la vida; para ella es una forma de decir eso que normalmente no sabe cómo o dónde expresar.
Conocé un poco más de su historia, cómo es hacer teatro en Nicaragua y la manera en que el stand-up comedy le ha devuelto a ella y a muchos/as, esa risa que tanto necesitamos en momentos de crisis, para alimentar la esperanza que a veces parece perder fuerzas.
«Divertido y complejo»
Así describe Priscila dedicarse al teatro en Nicaragua; desde niña se interesó por la actuación, luego optó por el Teatro Justo Rufino Garay, que es de las pocas ofertas de educación más formal que existen al respecto, sin embargo, en Nicaragua todavía no hay una carrera con titulación en actuación.
Posterior a su etapa en el teatro, continuó de forma autodidacta «porque no hay tantos espacios de formación, no hay una industria sólida y lo único que existen son talleres que te ofrecen profesionales de afuera». Por esa razón las personas que hacen teatro en el país tienen que recurrir a otras fuentes de ingresos para poder mantenerse.
Con 19 años y a pesar de las adversidades, Priscila decidió entrar de lleno a la actuación y apostar el todo o nada por ello. Para ella siempre vale la pena esforzarse por algo que te apasiona, aunque las personas lo vean como una actividad que no genera dinero.
Si no me hubiese acercado al teatro estaría pensando en tener el salario más alto, sin prestar atención a nada. Sería muy indiferente en varias cosas; [el teatro] me ha enseñado desde el simple hecho de respetar el espacio de los demás, a tener más consciencia de como nos movemos en la vida, de mi rol como mujer, a cuestionar mis relaciones familiares y cómo me comunico con otras personas».
Primeros años
«Mordazas», una producción del Teatro Justo Rufino Garay basada en la obra del español Alfonso Sastre, fue la primera experiencia de Priscila desarrollando un personaje. Con mucha emoción recuerda su primer día: era la nueva y la más joven trabajando con algunos de los actores y actrices más importantes de Nicaragua.
Lo que más recuerdo es que tenía bastante miedo, era el reto de mi vida», expresa.
Al principio no era la mejor, pero lo siguió intentando y comenzó a crecer en otras ramas, como la narración oral, la acrobacia, las artes escénicas y por último stand-up comedy. Actualmente participa en proyectos Aquelarre Mujeres Comediantes y colabora tras el personaje de «La Caballota» en Cosas raras que hago para aguantar la crisis.
Reír para vivir
Para Priscila hacer stand-up ha significado llevar algo a la mesa y abrir un espacio para decir lo que ella y otras personas piensan, para expresar lo bueno y lo mano con mucho humor, porque nos enseña a reírnos de nosotros/as mismos/as y a ver la vida con más optimismo.
Así es como Priscila, a través de shows en vivo, comenzó a abordar la crisis sociopolítica. Después de todo los/as nicaragüenses nos identificamos por utilizar la risa para aliviar las tensiones en los momentos más duros.
Que la gente se ría es importante y no siempre ponernos del lado de la tristeza, ya hay suficientes cosas tristes en el mundo como para no reírse un rato».
Su esencia como comediante es contar historias que parten de la cotidianidad, porque al final las cosas que nos suceden día a día son las que nos construyen como personas y nos permiten identificarnos con otros/as.
A pesar de que en el país aún queda mucho por hacer para generar espacios que promuevan la expresión artística, Priscila opina que vale la pena dedicarse al arte para luchar por nuestro derecho a sentirnos bien.
De hoy a cinco años Priscila se ve adquiriendo más experiencia en otros proyectos para combinar arte y educación, y trabajando con mujeres cuya participación ha sido indispensable para el desarrollo del teatro, no solo en Nicaragua sino en el resto del mundo.