Según María López Vigil, escritora y teóloga cubana-nicaragüense, «el mejor camino para decidir no lo hallaremos en la Biblia ni en las órdenes y mandatos de hombres religiosos, que son hombres y no se embarazan y no saben de eso. El mejor camino está en nuestra propia reflexión».
Sus palabras resuenan en la cabeza de todas y para algunas tiene sentido lo que dice, para otras no y es que aunque en un mundo ideal se despenalizara la interrupción del embarazo en Nicaragua, muchas mujeres se irán a dormir con un sentimiento de culpa luego de haber tomado esa decisión, temerosas de un «castigo divino», pero ¿por qué?
«En su pensar, en su sentir, el aborto sigue penalizado. Porque es un pecado, porque si aborto merezco el infierno como castigo, porque si aborto mato, incumplo un mandamiento, porque todos los hijos los manda Dios y si aborto ofendo a Dios», expresa López Vigil en su escrito Para Despenalizar el Aborto hay que Despenalizar las Conciencias.
El dolor como salvación
Para López Vigil la idea de que lo que nos hace buenas y nos salva es cargar “nuestra cruz”, surge de esta creencia religiosa donde el sufrimiento nos hace dignas del Reino de los cielos.
Entonces un marido maltratador, un jefe abusivo, una violación sexual, un embarazo forzado o no deseado, son simplemente pruebas que Dios nos manda y que aceptarlas nos hace buenas.
«Esa idea aprendida que nos dice que agradar a Dios es sufrir, aguantar el sufrimiento, sacrificarse. Esa idea de que lo que nos ‘salva’ es el dolor, que sólo si sufrimos y aceptamos el sufrimiento cumplimos la voluntad de Dios», agrega.
Pensamos así porque nos han enseñado y hemos aprendido que Jesús “vino” al mundo a sufrir y que sufriendo y muriendo nos salvó.
López Vigil explica que con esta forma de pensar asumimos que el sufrimiento, que el embarazo y lo que un nuevo hijo representa, son una «prueba» que debemos aceptar generosamente, de lo contrario, lo que acontezca luego será «castigo de Dios»:
Entonces tendremos ‘todos los hijos que Dios me mande’. Si me voy a morir en el parto, ‘Dios sabrá por qué lo hace’. Si viene un ser con graves malformaciones, bienvenido sea, ‘porque es una prueba de Dios’. Y después diré: ‘Qué feliz me ha hecho esta maternidad, es una bendición de Dios’… aunque quizás nunca escucharemos a las que esa ‘prueba divina’ les llenó su vida de angustia, dolor y desesperación».
El derecho a la vida versus el derecho a la libertad
De acuerdo a López Vigil, no debería haber una contradicción entre ambos derechos, ninguna mujer se somete a una interrupción del embarazo porque le produce placer, sino que hay un trasfondo que la hace infeliz y por eso no vive plenamente.
«La reflexión se sitúa siempre ante dos derechos humanos fundamentales: el derecho a la vida y el derecho a la libertad. ¿Entendemos siempre a Dios como Dios de vida y de libertad? No siempre. Es muy diferente pensar a Dios como un poderoso juez de quien dependemos totalmente y que espía nuestros actos y pensamientos para castigarnos, que pensarlo como una madre cariñosa que celebra nuestras alegrías y confía en lo que nosotras pensamos, queremos y decidimos», explica López Vigil.
Por otro lado, Blanca Cortés, Decana de la Facultad Evangélica del CIEETS y pastora evangélica en una comunidad rural de Managua expresa que «el evangelio es claro en la defensa de los derechos, una mujer tiene derecho a vivir, ser feliz, proteger su integridad».
Dios quiere que tengan vida y vida en abundancia, una frase icónica de Jesús que según Cortés debe ser la razón principal por la que la vida de la mujer es prioridad, pues «una mujer que quiere y merece vivir no puede estar condenada a la muerte solo por el hecho de haberse embarazado».
¿Qué eligió Jesús?
De igual manera Cortés agrega que muchas veces Jesús estuvo confrontado en la elección entre la vida y las leyes y él optó por la vida, aunque tuvo que transgredir las leyes cuando la vida está en peligro. «Debemos ser coherentes con esa propuesta del evangelio», puntualiza.
Mientras que la sociedad en estos casos adopta una postura doble moral y así lo explica Cortés: «No lo aprobamos, pero tampoco buscamos soluciones, una vez que un bebé nace con malformaciones, entonces ¿quiénes están ahí? ninguna Iglesia tiene proyectos de salud para acoger a niños y niñas, ningún Estado, ninguna comunidad, entonces si estamos tan cerrados de que es malo ¿cómo lo estamos esperando también como sociedad? Entonces ahí el tema de la hipocresía y eso no es evangélico».
La Biblia como un recetario
Es por eso que debido a esa idea del Dios castigador, severo y perfeccionista, Blanca Cortés considera que en general la gente tiene miedo a decir su opinión sobre el tema de la interrupción del embarazo, como que si van a ser sancionados o criticados.
«Es un tema silenciado la practica de las y los pastores es de adoctrinamiento, entonces su palabra es la ultima y no se contradice y ellos tienen una posición muy categórica respecto al tema y la gente teme contrariarlo o discutirlo», expresa.
De igual manera Cortés explica que quienes predican de ese modo tienen su propia interpretación de la Biblia tal como si fuera «un recetario con el que responden a un interés de sumisión, de dominación», pues no les conviene que las mujeres tengan autonomía y siguen reproduciendo ese discurso en nombre de Dios.
«Hay mujeres que aun van a preguntarle al pastor qué hacer con su marido agresor y el pastor las manda a orar, les dice que ese es el marido que Dios les dio y lo hacen para no poner en mal nombre la Iglesia o dar mal testimonio», enfatiza.
Un Dios cercano
Es por eso que Cortés opina que hay que distanciarnos de ese Dios abstracto, lejano, que yace en un pedestal esperando a que cometamos un error y acercarlo a esa realidad cotidiana, a esas luchas de día a día.
«En medida que lo sientan cerca dirán ‘Dios está aquí y va a entender mi situación y mi realidad’, la gente está más conectada a ese dios lejano, tradicional, que exige sacrificio», asevera.
Pareciera que ese dios está viendo en qué caes, en qué fallas para sancionarte. El goce, la alegría como que parecieran palabras prohibidas. Predomina más el tema del castigo que el perdón, predomina más la sanción que el tema médula del evangelio que es la gracia, la misericordia. Dios nos ama y si nos ama no está para castigarnos, pero del amor de Dios se habla poco».
Sin embargo, Cortés considera que es en las Iglesias donde la realidad está más cercana de lo que creen, pues ahí cada domingo muchas veces están las muchachas que lucharon con un embarazo impuesto, las abusadas o las que tuvieron que hacerse un aborto clandestino.
«Hay mucho que trabajar todavía para que la gente pueda expresarse y tener un pensamiento crítico al respecto», agrega Cortés.
La última palabra viene siempre de un hombre
Cortés y López Vigil coinciden en otro aspecto y es la manera en que la Iglesia opina sobre temas que le incumben meramente a las mujeres, ser madre no debería estar impuesto y mucho menos en casos de violación a mujeres y niñas.
«Las sometemos a esta crueldad, si las abandonamos también somos cómplices. Jésus decía que si no somos como niños/as no entraremos al Reino de los cielos y el que le haga daño a un niño/a es mejor que se tire al abismo, así de fuerte se pronunciaba a favor de la niñez, entonces esta niña que yo conozco, que es de mi comunidad, como cristiana debo procurarle una vida segura, plena y feliz donde no corra riesgos», expresa Cortés.
Igualmente, López Vigil considera que las mujeres muchas veces creemos que de Dios quien sabe son los obispos, los sacerdotes, los pastores. Creemos que nosotras no sabemos, que ellos sí porque han estudiado y por eso conocen de las cosas de Dios. Y eso es justamente lo que nos paraliza.
«Mientras entreguemos el monopolio de ‘las cosas de Dios’ a las jerarquías de las iglesias, mientras pensemos que lo que Dios quiere o no quiere lo saben en exclusiva las autoridades jerárquicas de las iglesias, autoridades que son todas masculinas, no seremos libres las mujeres para reflexionar y decidir sobre el embarazo y la interrupción del mismo», afirma.