Recordar la primera vez que disfrutás del Teatro de Títeres Guachipilín suele causar nostalgia, porque usualmente lo vimos en nuestra niñez o adolescencia. Sin embargo, a unas semanas de cumplir 35 años, los integrantes de tan noble labor nos recuerdan que no hay edad para la imaginación, ni para la risa.
Aunque el próximo 27 de marzo es la fecha oficial para celebrar, la idea es pasar todo el año con un sinnúmero de actividades que mantengan vivo el espectáculo y el legado no solo con Historias de Sol y Luna, su show estrella, sino también con otras propuestas. «Tenemos varios planes entre ellos la Ruta del Títere en mi Escuela, con lo que pensamos visitar los colegios, sacaremos algunas cosas que tenemos de Darío, sobre todo un trabajo bonito sobre Margarita. En julio haremos una antología en el Teatro Justo Rufino Garay con 4 obras que son de mayor relevancia para nosotros: Cipaltonal, la Princesa, Los Cuentos de la Araña Anancy, Coco y Caribe y El Gato con Botas. También planeamos participar en el Festival Francófono Nicaragüense de la Alianza Francesa», comenta Gonzalo Cuellar, fundador de la agrupación teatral Guachipilín.
Justamente con posible apoyo de la Alianza Francesa, se tiene entre manos un taller especial impartido por Philippe Saumont, titiritero francés que maneja con destreza una técnica antigua y tradicional llamada guaratella. De esta manera piensan darle seguimiento al Taller Centroamericano de Teatro de Títeres realizado hace 4 años. Por otro lado los talleres permanentes de teatro de títeres para niños, construcción de títeres y talleres de narración oral, se mantienen vigentes.
Cabe destacar que este año promete ser de mucha intervención artística, pues no solo están enfocados en abrir un espacio los domingos para que los más pequeños vean teatro de títeres, sino que también incursionarán en el ámbito literario con 3 publicaciones entre manos. La primera es una recopilación de la historia del grupo a través de todos estos años y que David Rocha, integrante del grupo, se ha dado a la tarea de organizar y buscar material de toda la historia y las obras de Guachipilín. La segunda publicación es un cuento infantil que motiva a la narración, escrito por Zoa Meza, fundadora del grupo. Y la tercera es un cuento que Gonzalo escribió con la intención de hablarle a la niñez sobre Guiñol, títere famoso francés.
Asimismo, Gonzalo enfatiza en un proyecto en específico, el conocido Nobeles Titiriteros, pues para él es muy importan la búsqueda de los relevos generacionales que mantengan vivo al grupo. «La idea es abrir un curso sabatino con la intención de conformar una compañía juvenil de teatro de títeres para pensar no solo en el futuro de Guachipilín, sino también en los relevos de los viejos titiriteros en Nicaragua. Entonces la idea es generar jóvenes artistas todo el tiempo, porque hay unos que se van y otros que se quedan, ese movimiento, como las olas del mar que van y vienen es lo que tenemos que aprender a potenciar», expresa Gonzalo.
Por su parte Zoa, afirma que este curso le brinda a los niños y niñas las herramientas creativas para que se desarrollen como adulto. «Estamos convencidos que el teatro de títeres realmente es un aporte a la educación integral del ser humano nicaragüense, qué rico es cuando te encontrás niña y niños que después de ver el espectáculo desatan su imaginación y ahí es donde entramos a formar parte de su aprendizaje, pues ven la vida desde otras aristas y si se sienten estimulados con el arte es seguro que será un/una gran profesional y no verá las cosas de manera lineal», asevera.
Florentino, el títere icónico
Los recuerdos van y vienen, desde hacer un afiche a mano y pegarlo en la calle, como lo hacían los antiguos circenses, hasta ir por los pueblos con parlantes avisando de la próxima función. Sin embargo, entre todos los personajes que se han robado el corazón de la audiencia, Florentino, el bailarín, es el más memorable.
Aunque en un principio no estaba destinado a bailar música caribeña, sí nació con las intenciones de ser un bailarín de primera, como un anhelo personal de Gonzalo, quien es amante del baile. Todo comenzó en un taller en Moscú, donde le muestran las posibilidades de la construcción de títeres. «Vi unas posibilidades técnicas tan grandes en ese taller que exploré la danza en los títeres inspirado en el espectáculo de Un Concierto Extraordinario, donde hay muchos títeres bailarines a la vez. Ya una vez estando en Nicaragua comenzamos a explorar y en mayo hizo su primera presentación hace unos 30 años con la intención de que los niños y niñas vivan la cultura de su tierra a través de la musica y el baile», cuenta Gonzalo.
Este títere tiene demasiadas anécdotas, es como una estrella de rock, pues cuando termina de bailar la gente grita «¡OTRA, OTRA!» como todo un músico famoso. No solo le dio un beso a la bella Xuxa en una entrevista en televisión brasileña, sino que también hizo que la presidenta de Finlandia se detuviera anonadada al verlo bailar y que africanos de la realeza gritaran entusiasmados «¡VIVA ÁFRICA!».
La magia es a través de Zoa y Gonzalo que lo manipulan con destreza y picardía logrando que el títere parezca que tiene vida propia. De hecho su movimiento realista y caribeño le ha ganado enamoradas por todo el mundo y hasta lo han querido tocar para confirmar que no ha sudado mientras baila, o incluso, algunas personas afirman que tiene un santo montado o que se parece a algún conocido.
Legado y perseverancia
Lo que comenzó producto de un taller el 27 de marzo de 1981 se ha convertido en parte de la tradición nacional, con más de 6000 presentaciones, dentro y fuera del país. Los integrantes de tan reconocido grupo teatral pueden sentirse un integrante más de las familias nicaragüenses, pues han ido de generación en generación hilvanando los cuentos y las sonrisas de cientos de infantes. Y aun en la actualidad la perseverancia sigue caracterizándolos, pues tienen muchos sueños por cumplir como una sala de teatro y una escuela.
«A 35 años estamos más vivos que nunca, ya se puede hablar de 4 generaciones, el que tenía un año cuando empezamos ahora tiene 36 y el que tenía 5 ahora tiene 40. Hace 10 años llegó una abuela con su hija y su nieta diciéndonos que las 3 habían disfrutado de ver a Florentino bailando, cada una había llevado a la anterior como una especie de inducción. Así que ahora en el 2016 sí podemos hablar de una 4ta generación», comenta Camilo Cuellar, integrante y músico del grupo.
Para Tamara Cuellar la experiencia ha sido integral, no solo porque creció en el mundo de Guachipilín, sino porque le apasiona inmensamente. «En principio he sabido entender el trabajo para niños como una cuestión profesional, presentarme específicamente ante un público que tiene sus propias características, sus curiosidades, su mundo, su conocimiento y el hecho de cuidar su crecimiento es una gran responsabilidad, pues estas generaciones serán más sensibles a su entorno con el hecho de acercarlos a un buen teatro, a su identidad, a su cultura y cuando sean grandes van a tener una perspectiva positiva hacia el arte y esto les abrirá otros mundos».
Por su parte David plantea que esta es una profesión como cualquier otra, opina que es necesario desmitificar la imagen del arte como una no-profesión y que eso es justamente lo que lo motiva a trabajar con el arte de manera más arraigada. «Una de las enseñanzas del grupo es el empuje, las ganas, abrirse puertas, abrirse caminos. Al final Guachipilín ha sido una cosa personal, no solo ha sido una escuela de teatro, sino una escuela integral para mi vida».