Con más de 10 años de experiencia Aguas Bravas es un espacio creado por mujeres para mujeres adultas que en su niñez vivieron abuso sexual.
Todo inició cuando la Red de Mujeres Contra la Violencia convocó a 300 organizaciones de mujeres en el 2004 y Brigitte Hauschild, una activista feminista alemana, compartió su historia de abuso sexual infantil, con la esperanza de que en ese evento hubiera un proceso de recuperación.
Sin embargo, en ese momento en Nicaragua no habían condiciones para hacer algo al respecto, por lo que regresó a Alemania y encontró una organización que se llama aguas bravas en alemán, vio cómo era el apoyo y el acompañamiento y logró finalizar su proceso de recuperación.
«Ella volvió a Nicaragua, donde ya tenía lazos fuertes, porque quería replicar esta experiencia, ahí Abigail Figueroa y yo quisimos ser parte de su idea para crear grupos de apoyo mutuo y divulgarlo entre las psicólogas de los grupos de mujeres en el país», cuenta Zorayda Soza, teóloga y cofundadora de la organización.
Así comenzaron a capacitar sicólogas a través de talleres, pero desde el primer intento se dieron cuenta que no era fácil cuando el 40% de más de 200 psicólogas que estaban presentes contaron que ellas también habían sido abusadas en su niñez y que más bien en ves de estar dispuestas a ayudar, ellas necesitaban ayuda.
«Realmente no podíamos comenzar a trabajar porque más bien ellas necesitaban pasar por su proceso también, entonces se hizo una convocatoria abierta y muchas se salieron porque es realmente bien doloroso el proceso, tenes que revivir cosas que creíste olvidadas», explica.
Con el tiempo más mujeres se fueron acercando y las ganas de sanar eran bien demandandes, por lo que se sintieron retadas a darle continuidad, repitiendo las capacitaciones y creando Aguas Bravas como algo más establecido.
La obediencia y la crianza adultista, los enemigos de siempre
Soza explica que el colectivo se enfoca en ayudar a sanar a mujeres de 18 años en adelante que han sufrido abuso sexual en su infancia y han cargado con «una mochila de dolor desde el abuso hasta su vida adulta».
Asimismo, afirma que la mayoría de las mujeres que han atendido, comenzaron a vivir abuso sexual cuando tenían entre 5 a 8 años y que siempre fue alguien conocido el victimario, ya sea un padre, padrastro, tío y hasta vecinos.
«Tiene que ser alguien que la niña conoce y aquí no ayuda que la crianza sea dirigida a la obediencia, es lesionador de derechos más bien. Hay un poder sobre ellos por ser adultos y eso causa vulnerabilidad, le quitamos la posibilidad de decir ‘no quiero’ y le das posibilidades a otros adultos de que hagan cualquier ejercicio de poder sobre ellas», asevera.
El colegio, la iglesia, etc. son espacios riesgosos porque en ellos hay personas que ostentan autoridad o poder, si ni nuestra propia casa es seguro, ¿qué podemos esperar de otros lugares?».
De igual manera, Soza afirma que a las niñas nos las vemos como personas con derecho, no se les da valor a lo que dicen, aprenden que lo que les pasa no es gran cosa.
«Entonces mejor callas porque te van a castigar, porque si pasó eso más bien es porque quien sabe qué hiciste vos, te metiste quién sabe dónde, andabas quién sabe cómo, se desvaloriza su palabra», explica.
Lo peor es que el abusador sabe esto y lo usa como chantaje con el «a vos no te van a creer, a mí sí porque soy adulto, soy tu tío o padrastro». Por eso Soza considera que hay que quitarnos esa idea de que solo los adultos tienen la razón y que la niñez nos pertenece y no pueden decir no.
«Hay muchas mujeres que nos han dicho ‘fijate que yo creía que eso era normal, que mi padre hiciera eso con todas sus hijas’, y es esa mentalidad tabú de no mencionarlo y de que si a mí me pasó como hermana mayor y ‘estoy bien’, entonces mis hermanas también lo superarán».
Otra estrategia del victimario, según Soza, es que crea una falsa percepción del amor y protección para justificar su abuso.
«Pueden decir ‘yo te estoy viendo desnuda o te veo bañándote porque te estoy protegiendo, yo te estoy tocando porque te quiero’. Y ahí le tergiversan a la niña todo el concepto de amor y de protección», explica Soza.
Los datos que ha documentado Aguas Bravas revela que en Nicaragua es alto el porcentaje de mujeres adultas que vivieron abuso sexual en su niñez.
«Muchas de las que vivimos violencia con nuestras parejas vivimos abuso sexual, porque en nuestra niñez nos quitaron la posibilidad de decir no».
Es por eso que la ruta de atención a las mujeres ha sido creada con enfoque feminista, basado en derechos, no es «perdonalo o andá a mediación», porque la mujer cuando acude a Aguas Bravas no viene a denunciar, el mayor interés es sanar y sentir por primera vez un alivio a su dolor.