El Teatro Justo Rufino Garay cumplió 36 años el 19 de noviembre. Desde sus inicios se ha caracterizado por innovar en materia teatral en el país, llegando a convertirse en una referencia internacional del teatro nicaragüense, con más de 35 montajes. El TJRG ha estado presente en más de 25 países en representación de Nicaragua, entre los que destacan el Festival de Otoño de Madrid y el Festival de Cádiz.
Ahora, 35 años después, Lucero Millán, la directora y fundadora del “justo” (como se le llama informalmente), hace una retrospectiva y reflexiona sobre los innumerables cambios que ha atravesado el grupo… Desde su fundación dos meses después del triunfo de la revolución sandinista, pasando por tiempos duros como a finales de los ochenta, hasta ahora, lo que ella define como una etapa de renacer. “Ha valido la pena”, dice después de una pequeña pausa.
Lucero considera que 36 es un número importante. Han pasado un poco más de 36 años desde que llegó a Nicaragua desde México, llamada por el auge de la revolución de entonces, hecho histórico que impulsó el emprendimiento del grupo teatral y que marcaría la primera etapa del mismo. Entre el 79 y el 85 las producciones teatrales se centralizaron en la euforia revolucionaria y muchas nacieron de la creación colectiva, metodología que caracterizó los inicios del TJRG.
Después del 85 vino la desesperanza y la orfandad. Los conflictos políticos post-revolución mermaron el apoyo económico e hizo que el grupo emprendiera la búsqueda de su independencia económica y artística (de la que ahora gozan). “El malentendido”, de Camus, “No se paga, no se paga” y “Una mujer en su casa, una puta en el manicomio”, de Fo, fueron obras emblemáticas de esta etapa del “justo”.
“La casa de Rigoberta mira al sur”, dirigida por Arístides Vargas en 2001, marcó el comienzo de una nueva búsqueda de estética. El panorama para entonces era más alentador debido al éxito de la obra, presentada en más de 18 festivales internacionales. Ya para 2007, el TJRG estaba cocinando una nueva obra: “Sopa de muñecas”, que se convirtió no solo en un emblema del TJRG, sino también del teatro en Nicaragua, alcanzando hasta la fecha 264 representaciones y siendo vista por más de 60,000 espectadores.
“A partir de 2007 vino el verdadero crecimiento artístico, con ‘Sopa de muñecas’, ‘Ay amor, ya no me quieras tanto’, ‘La revuelta’ y ‘Mordazas’, por citar algunos ejemplos”, cuenta Millán. Además del crecimiento artístico, esta etapa es importante porque alcanzaron independencia económica. “Es muy difícil vivir del teatro en Nicaragua, y nosotros lo estamos haciendo. Eso demuestra que es posible hacerlo cuando se le pone empeño”, reflexiona Lucero.
Durante sus 35 años, el TJRG ha innovado en el uso de metodologías teatrales. “Hemos sido los primeros en mucho en lo que al teatro se refiere”, comenta Millán. El teatro invisible, por ejemplo, metodología que consiste en representaciones teatrales en espacios públicos en los que los espectadores no identifican a los actores como tal. “El teatro invisible ha sido una experiencia maravillosa y de mucho aprendizaje”, cuenta Millán.
El futuro del Teatro Justo Rufino Garay parece prometedor. “Las ideas no se nos han acabado, seguimos trabajando. Al TJRG le esperan grandes cosas”, adelanta Lucero Millán.
Escrito por Francisco A. Soza
Fotos Cortesía del Teatro Justo Rufino Garay
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